La creación en el 2Enoc: elementos pre-gnósticos


Una de las características de la literatura gnóstica es la libertad que tiene al momento de interpretar el libro del Génesis, especialmente los primeros tres capítulos. La creación no es ya una realidad de la cual Dios se complazca (Gn1), por el contrario, es el resultado de una divinidad menor, defectuosa, celosa y por lo tanto el hombre debe trascender esta materialidad. La realidad corporal del hombre no sólo es defectuosa, sino que es también el germen de sus pasiones. Sólo un soplo divino hace que el hombre pueda elevarse sobre sí mismo y sobre la realidad perecedera que le rodea para recordar su verdadero origen en los pleromas celestiales. Estos, y otros muchos ejemplos, sorprenden por la libertad que muestran en la interpretación exegética del libro del Génesis. Es muy probable que los grupos detrás de estos ejercicios exegéticos hayan sido judíos de fuerte influencia helenista. Así y todo no dejo de preguntarme, ¿cómo es que se desarrolla esta libertad en la manera de interpretar, de forma radicalmente distinta, los relatos de la creación? ¿Existen antecedentes, no necesariamente gnósticos, de grupos que hayan leído los textos del Génesis de manera tan distinta? En estos momentos estoy leyendo un libro muy interesante que trata el tema, The Creation of Man and Woman, Interpretations of the Biblical Narratives in Jewish and Christian Traditions (Ed.Gerad Luttikhuizen). Lo que llama la atención es que la literatura cercana al siglo I que trata el tema de la creación en general, con sus más y sus menos, es fiel a la teología sacerdotal y yavista de los primeros tres capítulos del Génesis. Es el caso, por ejemplo, del Libro de Tobías, el Libro de los Jubileos, y los Oráculos Sibelinos (5-64).

No es así, sin embargo, en el caso del 2Enoc. Me gustaría detenerme aquí porque existen elementos particularmente originales al momento de leer el Génesis. ¿Cómo este libro entendió la creación del cosmos y del hombre? Partamos señalando que este libro, que dataría del siglo I, es una ampliación de Gn 5, 21-32, y que, por lo tanto, describe la vida de Enoc. La primera parte del libro versa sobre el viaje celestial del héroe junto a una revelación especial de Dios que cubre los siguientes temas: a) la historia que precede la primera semana de la creación (24-27); b) la primera semana de la creación (28-32); c) y la conclusión escatológica (33-36). Respecto a la historia que precede la primera semana de la creación llama la atención la decisión de Dios (24,4-5) y la creación de los materiales que se requerirán (25-27). Aparecen intermediarios en la creación: primero, Adoil o luz de la creación. Segundo, Archas o espíritu de la creación o obscuridad de las cosas bajas (25,1; 26,1). Las distintas cosas creadas son tomadas de estos dos principios (27,1). El primer día se crea las aguas y la tierra (28). El segundo día se crea el fuego, los ángeles y acontece la caída de Satán que había pensado lo inimaginable: poner su trono aún más alto que las nubes del cielo y así estar en igualdad de condición con Dios (29). En el tercer día se crea la superficie de la tierra, la flora, y el Jardín del Edén (30,1). En el cuarto día se crean los siete planetas, el zodiaco, las estrellas, y el sol y la luna (30,2-6). Como Enoc ya había visto durante su viaje celestial el universo se configura en siete esferas que constituyen el firmamento (27,1-3), aunque más adelante se habla de diez cielos (20,2-3) encontrándose el rostro de Dios en el último (22,1). Anteriormente se nos había dicho que 200 ángeles gobiernan sobre las estrellas y sus servicios (4,1) en los cielos. El sol y la luna juegan un papel muy importante. El primero es conducido por una ruta que es una gran circunferencia y sobre enormes ruedas que no descansan (11,3), cuatro estrellas enormes le acompañan y bajo cada una de estas estrellas hay miles de estrellas, todas juntas sumando 8000 (11,4). El sol, además, tiene otros seres vivos que vuelan y cuyos nombres son Phoenixes y Chalkudry, maravillosos e increíbles, con pies y cola de león, y con cabeza de cocodrilo...su estatura es de nueve medidas, sus alas son como las de los ángeles, cada uno tiene doce, y sirven y acompañan al sol, manteniéndolo caliente, tal como lo ha ordenado Dios (12,1). Los demás planetas se personifican: Kruno (Saturno), Afrodita, Aris, Zoues, y Ermis (30,4). Siguiendo con los días, en el quinto Dios creó la fauna (30,7-8). En el sexto día Dios creó a Adán y Eva, y ese mismo día ocurrió la caída. Vale la pena detenernos en este día.

El hombre es creado a partir de una serie de consistencias: primero, su carne de la tierra; segundo, su sangre del rocío; tercero, sus ojos del sol; cuarto, sus huesos de las piedras; quinto, su inteligencia de la suavidad de los ángeles y de las nubes; sexto, sus venas y sus cabellos del cesped de la tierra; séptimo, su alma desde mi aliento (de Dios) y del viento (30,10). Se crea primero al hombre, fuera del contexto del Jardín del Edén, y se le dan varias atribuciones como el discernimiento entre la luz y las tinieblas, lo bueno y lo malo, el libre albedrio, el ser un segundo ángel, con honor, grande y glorioso, tener la sabiduría de Dios (30,12-15). Sólo después será creada la mujer y sin hacerse mención, como en el Génesis, a la soledad de Adán como motivo de su creación, o a su naturaleza de ayudante o de igual al hombre (Gn 2). Esto quiere decir que Adán no sólo no reconoce a la mujer como parte de sí mismo, sino que nada se dice de una especial unión entre ambos. Esto último estaría en consonancia con la omision del mandato de ser fecundos que encontramos en el relato de Gn 1. Todas estas omisiones no pueden ser casualidad, más aún si consideramos la visión negativa del texto en relación a la sexualidad. Ésta última es introducida en el Jardín del Edén (en 31,1, una vez creado Adán y Eva, Dios los pone en este lugar) a través de Satán, quien en la forma de un demonio, seduce y tiene relaciones con Eva. Satán es presentado como el mal espíritu de los lugares bajos (31,4) lo que acrecienta aún más la negatividad de la visión de la sexualidad. A pesar que el demonio no toca a Adán, éste pierde su condición privilegiada, que se caracterizaba entre otras cosas porque el cielo estaba abierto ante él de tal modo que podía ver a los ángeles cantando la canción de la victoria y la radiante luz (31,2). Pero no sólamente esto, sino que a través de Eva la muerte, como consecuencia del pecado, entra en la historia (30, 16). ¿Cuál es, entonces, el pecado de Adán? A pesar que el texto no es lo suficientemente claro, al parecer se trataría de no haber ocupado bien lo que lo hace semejante a Dios: la capacidad de discernir lo bueno y lo malo, y su libertad.


Esta reinterpretación del Génesis es fascinante por varios motivos. En primer lugar por la libertad que demuestra al momento de leer el relato bíblico. La misma libertad que encontraremos, en otro contexto, entre los gnósticos. En segundo lugar porque hay elementos que después se repitirán, aunque desde unas ópticas muy distintas, en el gnósticismo: el cósmos ordenado en esferas; los siete planetas personificados como seres poderosos; la creación a través de intermediarios; un demiurgo inferior responsable de las realidades de abajo; la imagen de la mujer como símbolo de las pasiones; una visión peyorativa de la sexualidad; el hombre compuesto de un soplo divino.

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