Los Himnos de Gedullah en las Hejalot Rabbati





En el tratado de Hejalot Rabbati encontramos una serie de himnos llamados los Gedullah (& 81-93). Estos cantos se definen a través de una pregunta que establece el autor al inicio del texto: “¿Cuáles son los himnos recitados por aquél que desea contemplar la visión de la mercabá, descender en paz y ascender en paz?” (&81). El objetivo de estos himnos es ayudar al visionario a realizar lo que tanto desea, la contemplación de la mercabá (el carro-trono de Dios). Este objetivo está presente de diferentes maneras tanto en la literatura de Hejalot (3Enoc 1,1: “Dijo R. Ismael: Cuando ascendí a lo alto para contemplar la visión de la mercabá, fui introducido en los seis palacios que están uno dentro del otro”) como en la literatura apocalíptica (Ap 4,1: “Después de estas cosas miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo: y la primera voz que oí, era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de ser después de éstas 2 Y luego yo fuí en Espíritu: y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado”). Por supuesto que la contemplación de la mercabá no es el único objetivo de estas experiencias visionarias, ni siquiera es el más importante, pero aún así está presente como un elemento significativo. Ahora bien, ¿de qué manera estos himnos ayudan al visionario a ascender (o descender) a la mercabá? ¿Es que acaso la recitación de estos constituyen el medio a través del cual el visionario accede a la visión de la mercabá? ¿O no sería mejor decir que no son sino una compañía del visionario en su viaje celestial? No lo sabemos con certeza. Lo que sí sabemos es que los himnos (litúrgicos o no) jugaban un papel importante también en la antigua literatura apocalíptica. Pensemos en la canción de la séptima hora de la noche del hombre fiel que entona Abraham cuando contempla el trono en lo más alto de los cielos (Ap. Ab); o en los himnos litúrgicos que se entonan en el capítulo 4 del Apocalipsis de Juan; o en los Cánticos del sacrificio sabático en la comunidad del Qumran.

Es interesante constatar que a continuación, en vez de presentarnos los himnos, el autor pasa a describir las visiones acerca del futuro que el místico contemplará. Comienza señalando superlativamente que “lo más grande de todo” es cuando los ángeles “le ponen límites, le conducen, y le llevan hacia las habitaciones del palacio del séptimo cielo, haciendo que se coloque a la derecha del trono de gloria de Dios” (&82) (mirad como estos versículos iluminan la experiencia de la resurrección de Jesús). El estar a la derecha de Dios implica el más alto estatus que una persona o ángel puede alcanzar (1Re 2,19; 22,19; Is 62, 8; Dt 33,2; Sal 110,1). Cuando el visionario alcanza este estatus, entonces, y al modo de la literatura apocalíptica, le es revelado la historia y el futuro de Israel. Esta es conducida por Dios a través de sus ángeles y tiene como meta el don de la Torá. Se nos dice que los ángeles “a quienes humillen, ellos exaltarán; a quienes debiliten, ellos fortalecerán; a quienes empobrezcan, ellos enriquecerán; a quienes maten, ellos les harán vivir; a quienes se les quite la herencia, ellos les darán una herencia; a quienes bequeath Torá, ellos les darán sabiduría” (&82). Al igual que los héroes de los textos apocalípticos, el visionario en los himnos de Gedullah tiene que transmitir el contenido de las revelaciones recibidas en los cielos. Pero hay más en estos himnos Gedullah. El místico adquiere una capacidad única de poder entender y ver el corazón del hombre. Este sería el sentido de &83 donde se nos dice que el místico es capaz de ver y comprender todas las acciones de los hombres, incluso las cometidas en secreto, y que a partir de ello, dice en un tono pesimista, “un hombre roba, él lo sabe y lo reconoce; un hombre comete adulterio, él lo sabe y lo reconoce; un hombre mata, él lo sabe y lo reconoce; un hombre es sospechoso de haber dormido con una mujer en estado impuro, él lo sabe y lo reconoce; un hombre da falso testimonio, él lo sabe y lo reconoce”. Esta capacidad del visionario de poder comprender el corazón del hombre (al modo de un juez) también se nos dice en &85b donde en un tono superlativo se comienza señalando que “lo más grande de todo” es que “los hombre están delante de él como la plata delante del refinador que distingue la plata que ha sido refinada y la que es impura”. Inmediatamente después dice que incluso él ve dentro de las familias y enumera una serie de actos ilícitos: “cuantos bastardos hay en una familia; cuántos hijos son concebidos durante la impureza de la madre; cuántos hombres con testículos deformados; cuantos hombres con penes mutilados; cuántos hombres son hijos de esclavos; y cuántos hijos de padres no circuncidados”. Esta cualidad jurídica del místico lo acerca a la idea clásica del ángel que prepara el juicio final que llevará a cabo el mesías (Mal 3,2-5.23) (lo mismo que Juan Bautista juzgando al pueblo antes de la aparición pública de Jesús).

Es interesante constatar que precisamente lo que se echa de menos en esta sección del Hejalot Rabbati son los himnos que se anuncian en un principio…pero que nunca aparecen! Para más detalles: Schäfer, The Origins, p.245-253.

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