La Ley como un tejido vivo en la Cábala



El Evangelio de Mt y la Carta de Santiago son dos documentos judeo-cristianos. Como tales, la Ley ocupa un lugar significativo. Le he dedicado muchas entradas al cómo se interpretaba la Ley en Mt o en Stgo. Hay una opción hermenéutica que coincide con un ala rabínica más extrema. La de los hasidim (los piadosos), como son identificados por algunos estudiosos. Lo que echo de menos en estos textos es alguna significación mística o estotérica de la Ley tal como se desarrollaría especialmente en la Cábala medieval y moderna. Es verdad, el abismo entre ambas concepciones de la Ley está separado por más de mil años. En algunos textos cabalísticos tempranos se entiende que la Ley es la trasmición del nombre de Dios (o esencia divina). La misma creación de la Ley se entendía como el proceso por el que el nombre de Dios (o el mundo de las sefirot divinas) habían emanado de la esencia de Dios. Para Yosef Chicatilla (España, XIII), en cambio, la Ley no es el nombre de Dios, sino la explicación del tetragrama divino. “Sabed que el conjunto de la Torá es algo así como una explicación y un comentario del Tetragrama YHVH. Y esto es lo que significa en propiedad la expresión bíblica “Torá de Dios” (Chicatilla, Sa´aré orá, Offenchaab, 1715 f 51ª). Para el mismo autor la Ley es el nombre de Dios que aparece como un enorme y profundo tejido: “Toda la Torá es un tejido de sobrenombres o kinnuyim (expresión hebrea para los diferentes epítetos de Dios como misericordioso, grande, clemente, respetable) y estos sobrenombres son a su vez un tejido de los diferentes nombres de Dios (como por ejemplo El, Elohim Sadday). Por su parte, todos estos nombres sagrados dependen del Tetragrama YHVH, con el que están relacionados. Por esto toda la Torá es, en último término, un tejido hecho con material sacado del Tetragrama” (Sa´aré orá, f. 2b). De ahí a afirmar la identificación entre Dios y la Ley sólo hay un paso, tal como vemos en el mismo Zohar donde se encuentra la siguiente frase: “Dios es denominado Torá” (II, 60ª).

Como sea, lo interesante es constatar cómo en la mística medieval la Ley se entendía como un organismo viviente que se desglosa a diferentes niveles de realidad. Moisés de León escribe al respecto: “Porque la Torá es denominada Árbol de la Vida…Al igual que éste se compone de ramas, hojas, corteza, médulas y raíces, y cada uno de estos elementos componentes puede ser llamado parte constituyente del árbol, sin que formen realidades sustancialmente separadas unas de otras, también verás que la Torá contiene muchas cosas interiores y exteriores y todas forman una sola Torá y un solo árbol, sin que se den diferencias” (Séfer haRimmón, Ms. British Museum, Cat Margoliouth num. 759, f.100b). Otro aspecto altamente esotérico tiene que ver con la Ley como un único tejido espiritual (inseparable) donde interactúa Dios y los hombres. En ese sentido algunos escritos identifican a la Ley escrita con las facultades dispensadoras de la divinidad expresadas en la sefirá Tif´eret (Misericordia), mientras que la Ley oral como una facultad receptiva de Dios, la sefirá de la Sejiná, de la cual participa la comunidad de Israel. Aunque, y aún yendo más allá, algunos escritos no distinguirán entre Ley oral y Ley escrita. R. Isaac el Viejo habla de cómo se escribió la Ley al modo de dos fuegos superpuestos: “La forma de la Torá escrita es la de los colores del fuego blanco, y la forma de la Torá oral tiene apariencias cromáticas como de fuego negro…el fuego blanco es la Torá escrita, en la que la forma de las letras no es todavía visible, sino que recibe la forma de las consonantes o puntos vocálicos sólo gracias a la potencia del fuego negro, que es la Torá oral. Este fuego negro es como la tinta sobre el pergamino. Por ello la Torá escrita no puede asumir ninguna forma corpórea, a no ser por medio de la fuerza de la Torá oral, o sea: sin ella no puede ser comprendida verdaderamente” (Enelow Memorial Collection, 584/699, del Jewish Theological Seminary de New York).

Esta idea mística de la Ley como un organismo viviente dotado de niveles de aprensión no parece tener antecedentes tempranos. Aunque hay dos excepciones. La primera es la historia de los “cuatro que entran en el pardes” que bien podría datar del siglo II o III. Esta historia que ya he comentado en dos entradas supone la existencia de la Ley como a varios niveles, algo análogo a la idea del tejido que hemos explicado. La segunda es un texto de Filón de Alejandría cuando comenta a la secta judía de los Terapeutas de Egipto en el “De vita contemplativa” (ed. Conybeare, p. 119): “Porque toda la Torá les parece a éstos algo semejante a un ser vivo; el sentido literal equivale al cuerpo, pero el alma es el sentido secreto, que sirve de base a la palabra escrita”. Ahora bien, y siguiendo a G. Scholem, parecería muy forzado encontrar alguna relación entre estos textos y los ya mencionados de la Cabala. Los separan alrededor de mil años y en medio no encontramos la idea de la Ley como tejido vivo en los tratados místicos tempranos…son ideas parecidas pero desarrolladas de manera independiente. Como sea, y de nuevo, que distancia tan enorme entre la idea de la Ley en Mt y Stgo, y la de los cabalistas… Para más detalles: Scholem Gershom, La Cábala y su simbolismo, Ed. Siglo XXI, Madrid, p. 49-60

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