Distintas interpretaciones sobre el origen de los espíritus impuros en los evangelios


El NT está poblados de espíritus impuros e inmundos a los que Jesús, como paladín del reinado de Dios va venciendo en una especie de lucha escatológica. En una entrada anterior discutí el origen de estos espíritus de acuerdo a la tradición enóquica. En esta tradición el origen de los malos espíritus se encuentra finalmente en Azazel y en los gigantes que los ángeles malos engendraron con las mujeres. La destrucción de todos estos malos espíritus coincide con la restauración de la tierra: Y dijo también el Señor a Rafael: Encadena a Azazel de manos y pies y arrójalo a la tiniebla; hiende el desierto que hay en Dudael y arrójalo allí. Echa sobre él piedras ásperas y agudas y cúbrelo de tiniebla…Vivifica la tierra que corrompieron los ángeles, anuncia su restauración, pues yo la vivificaré, para que no perezcan todos los hijos de los hombres a causa de todos los secretos que los vigilantes mostraron y enseñaron a sus hijos. Pues se ha corrompido toda la tierra por la enseñanza de las obras de Azazel; adscríbele la culpa (1Enoc 10,4-8). Por supuesto que la semejanza que vemos entre este episodio y el exorsismo aplicado al cabrito enviado a Azazel en el desierto durante el Yom Kippur es patente. El mismo contexto del Yom Kippur  descubrimos en el Testamento de Moisés:  Entonces se manifestará su Reino sobre toda la creación, entonces el diablo tendrá su fin y la tristeza se alejará con él. Entonces será investido el Enviado, que en lo más alto se encuentra establecido, y al punto los vengará de sus enemigos (10,1-2). En el 1Enoc 69, 26-28 el rol del Enviado es realizado por el Hijo del hombre. Ambas figuras angelicales: Tuvieron gran alegría, bendijeron, alabaron y exaltaron (a Dios), pues le había sido revelado el nombre de ese Hijo del Hombre. Y se sentó sobre su Trono de Gloria y fue dada la primacía del juicio al Hijo del Hombre, que quitará y aniquilará a los pecadores de la faz de la tierra y a los que corrompieron el mundo. Con cadenas serán atados, serán encerrados conjuntamente en un lugar de perdición, y toda su obra desaparecerá de la faz de la tierra.

En el libro de los Jubileos la explicación sobre la existencia de estos espíritus impuros es distinta. Aparecen estos espíritus como  perversos y creados para destruir, y comandados por Mastema, el príncipe de los espíritus. En Jub 10,1-11 leemos: En el tercer septenario de este Jubileo comenzaron los demonios impuros a seducir a los nietos de Noé, haciéndolos enloquecer y perderse….Entonces Noé ruega en los siguientes términos: Elévese tu compasión sobre tus hijos, no tengan potestad sobre ella los malos espíritus, para que no los extirpen de la tierra….A estos espíritus que están ahora en vida enciérralos también y sujétalos en lugar de suplicio; no destruyan a los hijos de tu siervo, pues son perversos y para destruir fueron creados…Entonces Mastema interviene ante el señor planteando un esquema diferente al que estudiamos en Enoc. Señor Creador, déjame algunos de ellos que me obedezcan y hagan cuanto les mande, pues si no me quedan algunos de ellos no podré ejercer la autoridad que quiera en los hijos de los hombres, pues dignos son de destrucción y ruina…La decisión de Dios es salomónica: Obramos según su palabra: a todos los malos que hacían daño los encarcelamos en lugar de suplicio, pero dejamos a una décima parte para que sirvieran a Satanás sobre la tierra. El ámbito de acción de estos espíritus inmundos es también en el corazón y pensamiento del hombre. Abraham reza a Dios en los siguientes términos: Sálvame de los malos espíritus que dominan los pensamientos de los hombres, no me descarríen de ti, Dios mío, y haz que mi descendencia y yo no erremos nunca desde ahora por siempre (12,20). Algo parecido a la visión de Noé en el mismo libro: Sálvame de los malos espíritus que dominan los pensamientos de los hombres; no me descarríen de ti, Dios mío, y haz que mi descendencia y yo no erremos nunca desde ahora por siempre”( 7,27). 

En este sentido esta tradición se acerca más a lo que leemos en los Testamentos de los 12 patriarcas donde se aconseja el obrar el bien para alejar a los malos espíritus (TestBenj 5,2; TestNef 8,4; TestLeví 18,12; Test Isacar 7,7; TestSimeón 4,8-9). El acento está puesto en la ética, tal y como veremos en el Ev de Mateo y en la Carta a Santiago. Para más detalles: M. Peréz Fernández, Textos Fuente y Contextuales de la Narrativa Evangélica, p. 298-308.

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