La interiorización de la Mercabá en Macario


 Hace un buen tiempo atrás puse una entrada en la cual explicaba cómo la temprana mística apocalíptica de la mercabá se fue interiorizando y, de ese modo, se comenzó a explicar no ya recurriendo a parámetros cósmicos (un viaje celestial) sino a aspectos antropológicos (un viaje hacia el interior del sujeto).  Ver: http://tomachosj.blogspot.de/2010/04/viajes-celestiales-desde-la.html  Uno de los padres del desierto que ilumina este mismo proceso de interiorización es Macario. En sus escritos términos como “cambio”, “alteración” y  “metamorfosis” son comunes cuando se refiere al alma del cristiano habitada por el Espíritu, o al alma que comparte junto al cuerpo  la gloria de Dios. Varios textos sirven de soporte para demostrar la transformación humana que se hace a la gloria divina. Textos claves son 2Cor 3,18-4,16 (3,18: “ Y nosotros todos, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y nos vamos transformando en su imagen con esplendor creciente, bajo la acción del Espíritu del Señor”. 4,6: “El mismo Dios que mandó a la luz brillar en las tinieblas, es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que en nosotros se irradie la gloria de Dios, como brilla en el rostro de Cristo”; 4,16: “Por tanto no nos acobardamos: si nuestro exterior se va deshaciendo, nuestro interior se va renovando día a día”); Salmos 118, 18; 43,3; Hch 9 y 22; 1Cor 15,49 (Así como hemos llevado la imagen del hombre terrestre, llevaremos también la imagen del celeste); 1Cor 2, 9-10 (Pero, como está escrito: Ningún ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana concibió, lo que Dios preparó para quienes lo aman. A nosotros nos lo ha revelado Dios por medio del Espíritu; porque el Espíritu lo escudriña todo, incluso las profundidades de Dios); Flp 3,21 (él transformará nuestro cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para dominar todas las cosas); Rom 8,11( Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en ustedes, el que resucitó a Cristo de la muerte dará vida a sus cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en ustedes). Otros textos claves para Macario son Ex 34 en relación al rostro trasfigurado de Moisés en el Sinaí; la visión de Ezequiel (capítulo 1) en relación a la Mercabá; la transfiguración de Jesús en los sinópticos;  textos sobre la comunión divina-humana en Jn 14,21-23 (Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él) y 17, 22-24 (Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros…); Ap 22 en relación a la ciudad celestial y la gloria que brilla en ella. 

En este contexto, el tema de la gloria divina es muy importante para hablar de la transfiguración del creyente: Tal como el Señor ascendió a la montaña y fue transfigurado en su gloria divina, así en el presente las almas son iluminadas y glorificadas en Él, hasta que  en el último día sus cuerpos van a ser glorificados y brillarán con luz (I. 18.7.3). Lo que hoy es visible a través de los ojos interiores (el hombre interior) será manifiesto a través de los cuerpos transfigurados. La dinámica la hemos estudiado en otras entradas, los viajes celestiales y visiones tan típicas de la mística apocalíptica de la mercabá se han interiorizado. 

Por supuesto que también nos encontramos frente a otro de los temas fundamentales de la temprana mística cristiana, la naturaleza adámica. El primer pecado hizo que las pasiones cayeran sobre Adán obnubilando su visión y por ende perdiendo su comunión  y familiaridad con Dios (19).  Ahora bien, este movimiento se revierte con el advenimiento del segundo Adán, Jesús. En este sentido Macario interpreta la visión de Ez 1,1: El profeta verdadera y certeramente vio lo que vio, pero su visión sugiere algo más. Se relaciona con algo secreto y divino, un misterio verdaderamente escondido desde la eternidad y, luego de generaciones, se ha hecho manifiesto en la epifanía de Cristo. Y es que Ezequiel contempló el misterio del alma que recibe al Señor y se convierte en su Trono de Gloria porque el alma ha sido creada digna de ser compañera del Espíritu de la luz de Cristo, y ha sido iluminada por la belleza de su inigualable gloria después de haberse preparado  como un trono y un lugar de descanzo, llegando a ser toda luz, todo rostro, todos ojos. Las cuatro creaturas que llevan el carro representan las cuatro facultades que gobiernan el alma…quiero decir la voluntad,  conciencia, el intelecto, y el poder de amar, y sobre estas el carro del alma es conducido, y sobre ella Dios descanza (64).  

No sólo la visión de la mercabá es interiorizada, sino que también la ascensión de Moisés al Sinaí se entiende en los mismos términos. Más aún el templo de Jerusalén, el lugar por excelencia donde descansa Dios, también se homologa con el alma: El cuerpo humano es el templo de Dios…y el corazón humano es el altar del Espíritu Santo…Vamos a santificar el altar del templo del Señor para que éste pueda iluminar nuestras lámparas y podamos entrar en la cámara nupcial. En este templo, Jesús es el sacerdote al modo de la Carta a los Hebreos. El verdadero sacerdote de las cosas futuras…ha entrado en el tabernáculo del cuerpo de los creyentes, y habiendo servido como sacerdote nos  ha sanado de las pasiones. Para más detalles: Alexander Hieromonk, Theophany, 1999, Marquette University. 

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