El mesías de la casa de José

La idea del mesías sufriente hunde sus raíces en el judaísmo del segundo templo y continúa desarrollándose en algunos textos rabínicos. Un ejemplo extraordinario en este sentido es la Midras Pesiqta Rabbati, el que parte del supuesto de dos mesías: uno de la Casa de David, y el otro de la Casa de José o Efraín.  Este último mesías será vencido, sufrirá, y morirá para dar paso al Mesías de la Casa de David. Recordemos que Efraín fue el hijo menor de José, quien fue bendecido por Jacob junto a su hermano Manases quien era el primogénito. Jacob bendijo a ambos, pero puso su mano derecha sobre Efraín y su izquierda sobre Manases (Gn 48,14). La idea de este segundo mesías bebe de Jos 17,17: Josué contestó a los hijos de José, a Efraín y Manasés:  —Ustedes son muchos y fuertes: no tendrán una sola porción de territorio. R. Dosa en el siglo IV menciona a la pasada que el Mesías de la Casa de José va a ser asesinado probando el texto de Zac 12,10: Sobre la dinastía davídica y los vecinos de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de súplica. Al mirarme traspasado por ellos mismos, harán duelo como por un hijo único, llorarán como se llora a un primogénito. Otras fuentes  sobre este mesías hijo de José/Efraín se encuentran en el Targum Cant. 4,5 y 7,4 donde el Mesías de la Casa de David y el Mesías de la Casa de José/Efraín son comparados con Moisés y Aarón. Tengamos presente a su vez al Talmud Babílonico (bSuk 52a) que relaciona estas tradiciones con inclinaciones al mal. No hay que olvidar tampoco al Apocalipsis de Zerubbabel escrito hacia el siglo VII que describe la batalla escatológica final contra Armilus el Anticrito que personifica el Imperio Romano y la Cristiandad donde el Mesías Hijo de Efraín/José es muerto. La victoria decisiva sobre el Anticristo es dejada en manos del Mesías Hijo de David.
 

Como decíamos más arriba, es en Midras Pesiqta Rabbati donde encontramos más desarrollado las ideas respecto al mesías hijo de José/Efraín. Por ejemplo en el Pisqa 34 vemos que el Mesías ha tenido que pasar un largo período en prisión para luego manifestarse en forma “humilde” y “conduciendo un burro” (Zac 9,9).  Sus enemigos son los pecadores de Israel, gente que se burla de él y que lo han puesto en la cárcel. Pero a través de los méritos del Mesías, el Santo, bendito sea, protege a Israel y lo guía de manera fuerte, y los redime tal como está escrito: “si marcharon llorando, los conduciré entre consuelos, los guiaré hacia corrientes de agua, por camino llano y sin tropiezos. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito” (Jer 31,9). Es interesante que en este texto el Mesías Hijo de David no juega ningún papel, ni siquiera se menciona. Es él, (Efraín) quien es el Mesías en los días del Mesías como en el mundo venidero, y no hay otro más que él.  De una manera que nos puede parecer familiar a los cristianos, el mesías de la Casa de José/Efraín redime cargando sobre sí el sufrimiento provocado por sus enemigos.  Los seguidores de este mesías son llamados dolientes de Zión quienes se enfrentan a los justos de este mundo. ¿Quiénes son estos justos de este mundo? En este texto son descrito como personas piadosas que se esfuerzan por observar de manera estricta la Torá y de complacer a Dios a expensas de su reino, es decir fallan en lo que el autor considera lo más importante: esperar activamente el reino de Dios. O justos de este mundo, a pesar que vuestra obediencia a la palabras de la Tora me es placentera, vosotros solo amáis mi Tora, pero no mi reino, por lo tanto declaro en juramento que presentaré testimonio en favor de aquel que ama mi reino como esta escrito: “por eso, esperen —oráculo del Señor— a que yo me levante a acusar” (Sof 3,8).



Pisqa 36, a su vez, interpreta el Sal 36, 10 (porque en ti está la fuente de la vida y con tu luz vemos la luz) refiriéndose a la luz del mesías, y en relación a Gn 1,4 (Vio Dios que la luz era buena; y Dios separó la luz de las tinieblas). La idea es la siguiente, el mesías es una de las siete cosas que fueron creadas antes de la creación del mundo (BerR I,4), precisamente porque Dios pudo prever la necesidad que el mundo tendría de él, e inmediatamente después de haberlo creado, Dios le escondió detrás de su trono en espera del tiempo adecuado para su revelación.  Este texto también destaca la importancia de la obediencia de la Tora, pero insiste en que esto no es lo único, y es que la obediencia o no de la Tora no apura o demora el tiempo ya predeterminado por Dios para la revelación de su mesías. Más adelante leemos en qué términos discuten el mesías Hijo de José/Efraín y Dios:   Y en aquel tiempo el Santo, bendito sea, comenzó a negociar con el Mesías los términos y le dijo: “aquellos que están escondidos contigo [aquí se refiere a las almas de todos aquellos que todavía no han nacido, los futuros miembros del pueblo de Israel], son sus pecados los que algún día te van a curvar bajo un yugo de fierro y te harán como un becerro cuyos ojos se obscurecen, y ellos  estrangularan tu espíritu como con un yugo (Jer 31,18). Po causa de sus pecados tu lengua se va a pegar a tu paladar. ¿Estás dispuesto a soportar esto? (Sal 22,16)” El Mesías le preguntó al Santo, bendito sea, “¿Durará este sufrimiento muchos años?” El Santo, bendito sea, respondió: “Sobre tu vida, y la vida de mi cabeza, esto será una semana de años, un período de siete años, los que he decretado para ti. Pero si tu alma esta triste bajo la perspectiva de este sufrimiento, en este momento los puedo barrer de mi presencia [a las almas de aquellos que todavía no nacen]”. Es interesante que en este texto Dios no confía en la capacidad del hombre de arrepentirse, sino que sólo lo hace en la capacidad del mesías de cargar sobre sí los pecados de las personas.



Por último fijémonos en el Pisqa 37 donde el Mesías Hijo de José/Efraín conversa con los padres del mundo. Estos dejan claro desde el inicio que los méritos del mesías superan los suyos porque ha tomado sobre sí los pecados de toda la humanidad. Efraín, nuestro mesías de justicia, aun cuando nosotros somos tus padres, tu eres más grande que nosotros porque tu has sufrido las iniquidades de nuestros hijos, y terribles suplicios han recaído sobre ti, tales suplicios como no han recaído sobre tempranas o posteriores generaciones (Sal 22). También es notable que en esta homilía el Mesías es tomado hacia Dios al modo de una exaltación o entronización:

Bendita es la hora en la cual él fue creado

Bendito es el vientre desde el cual vino,

Bendita es la generación cuyos ojos lo vieron,

Benditos los ojos que esperaron por el….

Benditos los ojos que merecieron verlo,

Porque las palabras de su lengua son perdón y reconciliación para Israel.

Su oración es de un sabor suave,

Sus suplicas son puras y santas.

Benditos los padres que merecieron las bondades del mundo escondidas para la eternidad que ha de venir.

Para más detalles: Peter Schafer, The Jewish Jesus, p. 236-264.

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