La caída de los ángeles y el don de la Torah



Para la tradición judeo-cristiana el hombre es el culmen de la creación. A pesar de ser creado después de los ángeles, es superior a estos. Esta es precisamente la causa de la envidia de algunos de los seres celestiales. Esto lo hemos estudiado desde distintas perspectivas (aquí, aquí, aquí y aquí). Hoy me gustaría compartir un texto judío llamado Pesikta Rabbati 25,4 donde se reflexiona la envidia de los ángeles pero desde otro punto de vista, esto es el hecho que la Torah sea regalada a  los hombres y no a ellos mismos. Cuando esto sucede los ángeles protestan delante del Señor diciendo: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides? (Salm 8,4) ¡Oh SEÑOR, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! (Salm 8,9). En medio de estas protestas uno de los ángeles exclama: Sería en alabanza tuya que tu dieras tu gloria a los seres celestiales. ¡Dadnos tu Torah! Sin embargo, Dios se niega e insiste en darle su Torah a Israel. ¿Fue una buena decisión? Según el parecer de los ángeles, no lo fue, por cuanto pasaron cuarenta días y el pueblo violo la ley (Ex 20,2-3) adorando al becerro de oro (Ex 32). Entonces los ángeles comenzaron de nuevo a protestar delante de Dios. Señor del universo, ¿no te advertimos que no le dieces tu Torah a ellos? Dios les contesta: ¿Acaso vosotros sois los únicos que guardaríais la Torah? Un niño destetado entre los israelitas podría guardar mejor que vosotros la Torah. Si el regresa de la escuela y es capaz de comer carne y beber leche, él podría permitirse el beber la leche una vez que sus manos estén limpias de comer la carne. Pero vosotros, cuando fuisteis enviados donde Abraham, él trajo delante de vosotros carne y leche juntos y vosotros comisteis todo junto. Esto quiere decir que la supuesta superioridad moral de los ángeles en relación a Israel es más aparente que real.  El punto es que el climax de la elección del pueblo de Israel no se encuentra en relación a otros pueblos, sino a su superioridad respecto a los ángeles. Este es el punto culmen de la tradición ya elaborada en La vida de Adán y Eva respecto a la envidia de los ángeles en relación al hombre como origen del mal en el mundo.

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